Como es bien sabido, el himno nacional español carece de letra.
Hace algo más de un año, las «autoridades deportivas», solicitaron al Gobierno la aprobación de una letra para el mismo, pues, al parecer, se sentían en situación de inferioridad frente a, por ejemplo, los franceses o los británicos… En resumen, que tenían un arma menos que ellos para hacer el asno en el fútbol.
Y es que incluso los autodenominados patriotas han perdido el norte… si el himno español carece de letra, y el francés no… ¡son ellos los que están equivocados!, ¡por Dios! ¿Qué será lo próximo?, ¡¿una guillotina en la Puerta del Sol?!
Por otro lado, pretender escribir un himno a estas alturas de la historia es muy mal asunto. Los himnos nacionales son, por lo general, grandes macarradas. Un himno español digno de ese nombre se vería obligado a hablar de matar incas, aztecas, moros y/o protestantes… pero todos esos son temas tabú hoy en día.
Por otro lado, en nuestro país la gente ha tenido que soportar gran cantidad de barbaridades en nombre de la patria y la bandera, y la mayoría de las personas normales no están dispuestas a cambiar su actitud hostil hacia los símbolos patrios de la noche a la mañana.
Pese a todo, se tomó la solicitud en consideración, esgrimiendo el argumento inapelable de «en Europa lo hacen», y se pidió a los ciudadanos que enviasen sus propuestas para que fuesen evaluadas por un comité de «expertos».
Dicho comité escogió una letra salvajemente mediocre, tanto que podría aplicarse a casi cualquier país (de hecho a España no le termina de venir bien por eso de los «verdes valles»). Lo hicieron sin duda animados por el deseo de no ofender a nadie, que parece ser la máxima aspiración moral en nuestros días.
La letra no gustó a nadie, el comité cobró por su excelso trabajo, y al final volvimos al punto de partida. Lo curioso es que ésta pequeña historia caracteriza mejor a nuestro país que cualquier himno.