Hace ya bastante tiempo, hablamos aquí de John Cobra, vaticinándole un futuro brillante en el mundo del espectáculo. Poco a poco se ha ido convirtiendo en una estrella del youtube, hasta llegar al extremo de estar nominado para representar a España en Eurovisión, gracias a los votos recibidos por parte de los internautas (entre los que me incluyo).
El sistema de votos, creado en nombre de la democracia y del mundo de lo interactivo (nada que ver con el afán recaudatorio vía SMS) se convirtió en un vehículo para el comportamiento subversivo de los internautas, que votaron (votamos) a un sujeto con muchas probabilidades de armarla.
Desde que estuvo nominado, se vió atacado de diversas maneras absurdas, acusado de ser machista, racista, violento, y expresidiario, golpe muy bajo éste último… y digo absurdas por que John Cobra es un personaje de ficción creado por Mario Vaquero, cuya gracia radica precisamente en que se comporta como un auténtico macarra pasado de rosca. Cuánto del auténtico Mario Vaquero hay en John Cobra es otra cuestión.
Nuestros vaticinios sobre su potencial subversivo-macarril no se quedaban cortos, pues, durante la gala de Eurovisión, John Cobra saltó a los titulares al concluir su actuación con insultos dedicados al público, en respuesta a los abucheos que le dedicaron desde el momento en que salió al escenario, y a los que nadie puso fin. Semejante comportamiento antisocial, y sobretodo, diametralmente opuesto a lo políticamente correcto, dió lugar a una avalancha de críticas y sermones (aquí pueden ver el vídeo del incidente, dónde un tipo con aspecto de supervillano de cómic [José María Íñigo] echa una bronca paternalista a John Cobra, con maldición incluída). La pelota creció, llegando incluso a levantarse un absurdo debate en los foros de El País sobre la educación de la juventud.
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Nuestro antihéroe, agarrándose los huevos mientras increpa al público, acompañado por Anne Igartiburu y su esposa
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Todo ésto por no hablar de cómo se ensañaron con él los miembros de la prensa rosa (indignados por que la canción de su abanderada fué descalificada por violar de forma clara varias de las normas del concurso), escandalizándose por que un exconvicto que se ha hecho famoso a base de hacer macarradas pueda llegar al mundo del famoseo. Mundo éste al que tradicionalmente solo se llega, como bien saben los popes de la prensa rosa, cultivando todos los campos de la miseria humana por igual, pero nunca especializándose en uno solo.
Para muchos de nosotros, la apoteosis macarra de John Cobra fué lo único que valió la pena de toda esa pringosa y anacrónica gala que, admitámoslo, a nadie le importa un pito. Y que un espectáculo tan cutre y bajuno nos resulte casi una bocanada de aire fresco, nos da una idea de lo pésima y alejada de la realidad que es la televisión normal y corriente. Con un poco de suerte, llegará el día en que le veamos repartiendo hostias en cualquiera de esos programas de cotilleo de la tarde; espectáculo edificante al que vaticino récords de audiencia.