Archivo mensual: May 2017

Parece un diálogo, pero no lo es

Eres buena gente. Unos amantísimos padres te inculcaron las virtudes del respeto y la cortesía. Aprendiste también el valor del intercambio de ideas, y sientes una nada disimulada simpatía por las posibilidades que ofrece la tecnología en este sentido. Te creíste aquello de que Internet es una ventana al mundo en la que todo son ventajas.

Posees además una herramienta magnífica: un cerebro de primate. De Homo Sapiens para más señas, el Rolls Royce de los cerebros. Una herramienta que ha sido modelada por millones de años de evolución para ser excelente en cuestiones de interacción social, y aceptable a la hora de entender el mundo que te rodea.

Y hete aquí que estás en Twitter, o en Facebook, o respondiendo a los comentarios de tu blog, cuando lees algo que llama tu atención. Un usuario, a menudo sin identificación alguna, se está dirigiendo a ti. Puede que esté haciendo una consulta, puntualizando un error, etcétera.

El mensaje es corto, algo ambiguo y parece requerir respuesta. No te cuesta imaginarlo proferido en tono imperativo, pero tampoco puedes estar seguro. Tu cerebro de primate, tan social él, quiere responder. Rápidamente te hace evocar aquella conversación satisfactoria y constructiva que tuviste con un desconocido por Twitter en 2013, y, con la esperanza de que se repita aquel milagro, respondes.

Al poco tiempo tu amigo invisible te responde. Tu respuesta no le ha satisfecho, aunque no queda muy claro por qué. Añade, además, tres preguntas nuevas, y formuladas de forma algo oscura.

A los dos minutos, sin darte tiempo a responder, llega una segunda respuesta. Aporta datos suficientes para confirmarte que tu misterioso contertulio no se ha enterado de nada. ¿Seguimos respondiendo?… a lo tonto llevamos ya quince minutos con este asunto… no sé… el caso es que, formalmente, la cosa parece un diálogo, pero… ¿lo es?

Al final respondes, y se repite el ciclo una vez más. El tono de anonimo1242 ya es indudablemente grosero, incluso parece traslucir cierto desequilibrio mental. Este pseudodiálogo, pues te resistes a considerarlo un diálogo auténtico, es, además, terriblemente aburrido. Acabas dejando de responder, y te pones a pensar en cosas más interesantes. Por ejemplo, en la triste suerte que corrió un eslógan tan bueno como: Don’t feed the troll

troll

Tu cerebro te ha engañado, pero no seas duro con él. Se le hace muy cuesta arriba comprender que Internet ha introducido una nueva escala en tu entorno social. Tus comentarios ya no quedan restringidos al entorno familiar, o a los amigotes en el bar. Ahora adquieren una dimensión mucho mayor, potencialmente global. Vas a ser leído por montones de personas, y esto incluye a gente de todo tipo. Y no hablo solo de personas que se dirijan a ti, sino de todo el contenido que te llega cada día. En tu bandeja de entrada, y en riguroso directo, tienes el último comentario racista de aquel senador republicano de Alabama, el rebuzno de ese obispo loco, la opinión controvertida del día del controvertido profesional de turno, etcétera. Piezas de información que, solo veinte años atrás, rara vez saltarían mucho más lejos de las páginas interiores de la prensa local. Pero ahí están, en tu bandeja de entrada, en tu timeline de Twitter, en tu muro de Facebook, … ¿no te hablan a ti?, ¿requieren respuesta también?

Probablemente en tu vida «desconectada» hables con tu vecino pero, ¿hablas con toda la gente que vive en tu bloque?, ¿en tu barrio?, ¿en tu ciudad?. ¿Por qué, entonces, concedes tu tiempo a cualquiera que te aborde en Internet?

Yo, que cada día que pasa soy a la vez más cínico y más feliz (ignoro si hay causación, pero la correlación es innegable), reivindico mi derecho a invertir mi tiempo como y con quién a mí me apetezca. Y para acabar con un cierre altisonante, nada mejor que citar a Napoleón:

«Hay ladrones a los que no se castiga pero que roban lo más preciado: el tiempo»

PS: este artículo no está motivado por ninguna conversación reciente. Hace ya unos dos años que sigo, con desigual fortuna, ciertas pautas de higiene en mis redes sociales. Me estoy planteando, incluso, usar más.