El nombre de Tycho Brahe (1546 – 1601) se asocia, por lo general, con la astronomía. Y sin duda hay buenas razones para ello; Brahe fué uno de los más eminentes astrónomos de su tiempo. Sin embargo, sus éxitos en el campo de las ciencias quedan eclipsados, sin duda alguna, por sus éxitos, menos conocidos, en el campo del macarrismo.
Aquellos de ustedes que piensen que lo más gamberro que ha hecho jamás un científico es fotografiarse sacando la lengua, verán cuán equivocados están cuando conozcan la historia de éste astrónomo danés.
Y es que la biografía de Tycho Brahe bien daría para una película de Tarantino.
Para empezar, una machada. Su tío, que era quién le cuidaba, murió de neumonía tras salvar de morir ahogado ni más ni menos que a Federico II de Dinamarca. La familia de Tycho, de origen noble, y ya de por sí adinerada, se vió más favorecida si cabe, y propició que el bueno de Tycho pudiese dedicar toda su vida, nunca mejor dicho, a la contemplación.
En el Invierno de 1566, cuando nuestro héroe contaba con 20 años y estudiaba en la universidad de Rostock (actual Alemania), acudió a un baile en casa de un profesor, dónde él y un tal Manderup Parsbjerg coprotagonizaron una salvaje trifulca que a Tycho le costó la nariz (!). El resto de su vida llevó una prótesis de plata. Según dicen los que le conocieron, daba el pego bastante bien.
La mayor parte de su vida vivió en un castillo/palacio/observatorio, situado en una isla de su propiedad. Para que quedase bien claro su estilo supervillanil, bautizó su residencia como Uraniborg.
Entre sus excentricidades se contaban las de tener a su servicio a un enano llamado Jepp, del que se decía tenía poderes sobrenaturales, y al que le hacía sentarse bajo la mesa mientras comía. Tenía, además, como mascota, a un alce alcohólico que murió tras emborracharse y caerse por las escaleras de la casa de un amiguete de Tycho.
Por aquel entonces, otro astrónomo más joven y brillante (como demostró el paso del tiempo), Johannes Kepler, también estaba haciendo sus pinitos. De carácter sosegado y depresivo, acabó, por azares de la vida, conviviendo y colaborando con el energúmeno de Tycho Brahe. La convivencia debió de ser todo un espectáculo.
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Se dice, además, que su ojo derecho terminó deformándose de tanto mirar por el telescopio.
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Tycho murió en Praga en el año 1601. Padecía una infección renal, que se le complicó a causa de una comilona/borrachera salvaje que se negó a abandonar hasta ver, literalmente, que se estaba muriendo.
Como ven, daba gusto invitarle.
Cuando se estableció una convención universal para denominar a los accidentes geográficos lunares, se otorgó el nombre de Tycho al cráter más notas de la cara visible de la Luna (ver aquí). ¿Casualidad?
He aquí una idea para los productores de cine. ¿Qué me dicen de Bruce Willis haciendo de Brahe, y Sean Penn haciendo de Kepler?
P.D: nunca está de más recordar que éste blog no forma parte de la Enciclopedia Británica. Es más que probable que haya algún error en la biografía, máxime teniendo en cuenta que hablamos de un individuo que vivió hace casi medio milenio.
Téngalo en cuenta si es usted uno de esos canis que de vez en cuando entran a mi blog a buscar información que copipegar en sus trabajos de la escuela.