Archivo mensual: abril 2014

El triunfo de la voluntad

Si no me falla la memoria, fue hacia 1997.

Como muchos otros niños, yo comía en el comedor del colegio. Una experiencia no demasiado grata que, bordeando ya los 13 años, muchos considerábamos que podíamos ahorrarnos comiendo en casa, aunque fuese solos.

Comenzaron las negociaciones con nuestros padres, que no terminaban de ver claro aquello de que cocinásemos platos, por simples que fuesen, sin su supervisión. La mayoría de padres optaron por mantener las cosas como estaban.

Pero uno de nosotros, un irreductible, un auténtico pionero, optó por tomar las riendas del asunto de un modo que jamás olvidaré. Ese día llegó taciturno al comedor, y no tocó su plato. Aguantó estoicamente la bronca de las cuidadoras, y fue castigado a quedarse sentado a la mesa hasta que terminase de comer.

Sus compañeros de mesa fuimos acabando uno tras otro. Yo le esperé un rato, pues éramos amigos, hasta que solamente quedamos él y yo en la enorme sala. Pero insistió en que saliese sin esperarle.

Tan pronto como salí por la puerta, escuché un gran escándalo y me giré. Allí estaba mi amigo, de pie sobre la mesa, llamando la atención de las cuidadoras. Una vez se hubo asegurado de que haber captado la atención de todas y cada una de ellas, sacó la chorra y meó sobre su plato, sin preocuparse demasiado por la puntería.

Expulsión inmediata e innegociable. Desde aquel día, comió en casa.

Transmisión de cultura

Esta es una historia que nos invita a la reflexión, que nos hace pensar sobre nosotros mismos y lo que nos hace humanos.

Sucedió en el parque zoológico de Guadalajara.

Desde hace décadas, la jaula de los monos capuchinos había constituido una divertida atracción para los visitantes.

A principio de la década de los 2000, uno de los monitos, un auténtico pionero, descubrió los desproporcionados efectos que causaba el lanzamiento de heces al público.

Cartel de un zoo surafricano

Cartel de un zoo surafricano

El resto de monos adoptó éste modelo de comportamiento, hasta el extremo de que, en la actualidad, se ha instalado un parapeto transparente (lleno de pegotes).

Asistimos a una suerte de transmisión de cultura en el reino animal. El paralelismo es claro entre éste fenómeno y, pongamos, una clase universitaria de introducción al cálculo numérico: un simio dominante, el profesor, muestra al resto de simios, los estudiantes, cómo hacer algo nuevo… para incomprensión y desconcierto de cualquier observador externo.

Como colofón, os dejo un vídeo de un chimpancé que va aún más allá, marcándose una suerte de claqué simiesco antes de llevar a cabo su pequeña broma.