Muchos de ustedes creen que este es un blog de mala muerte, ¡pero nada de eso!, desde aquí se llevan a cabo investigaciones de gran alcance y relevancia. Hace sólo unos días hablábamos del coñacismo, revolucionando el mundo de la psicología.
El descubrimiento de hoy es más impactante aún, pues dejará obsoletos los antiquísimos tratados de lógica y retórica. Se trata de una nueva falacia argumentativa, jamás descrita hasta hoy, y que he bautizado como argumentum ad nordicum.
Recuerdo la primera vez que me topé con el argumentum ad nordicum, circa 1998, en clase de gimnasia. Era uno de esos días de lluvia en los que el profesor, un individuo con botas camperas y pantalones de cuero al que jamás ví correr, nos explicaba «teoría». Después de pedirnos permiso para fumar en clase, nos contó que debíamos comer la fruta antes de la comida, y no como postre. Éramos niños, y nuestra curiosidad todavía no había sido pisoteada, de modo que alguien preguntó: ¿por qué? La respuesta del profesor fué misteriosa: porque en los países nórdicos lo hacen. Desde entonces no he dejado de escuchar esta argumentación para justificar todo tipo de cosas.
Ha surgido una especie de mitología moderna en torno a los países nórdicos, y más en general en torno a todos los países que no pertenecen al Sur de Europa. Hablaremos de algunos de éstos mitos:
– En los países nórdicos no hay delincuencia:
Tengo algunos testimonios, además del testimonio del sentido común, de que esta afirmación no es cierta. De entrada, mi antiguo casero, un hombre que ha viajado por los cinco continentes, me confesó que el único lugar en el que ha temido por su vida fué Oslo, tras verse en medio de un tiroteo. Para continuar, un pariente mío, también muy viajado, cuenta entre sus experiencias más desagradables el ambiente chungo de Belfast (en los 90), una visita al barrio macarra de Los Ángeles, un bombardeo en la antigua Yugoslavia y una noche de fin de semana en Finlandia, en la que el salvajismo etílico de los rubios y civilizadísimos fineses desaconsejaba poner un sólo pie en la calle. Por mi parte, durante mi breve estancia en Estocolmo hace un par de años, tuve ocasión de pasar más miedo que en toda mi vida a pocos metros de la estación central, dónde unos individuos a medio camino entre el matón y el chulo de putas organizaron una extraña bronca en un local. Cuando salimos de allí despavoridos, un vagabundo por poco nos mea en los pies.
– En los países nórdicos no hay mendigos:
Yo los he visto (y oído, ¡incluso escuchado!), por lo menos, en Suecia y en los Países Bajos, y no eran pocos precisamente. Lamento enormemente no haberles hecho fotos.
– En los países nórdicos el transporte público es excelente y gratuíto:
Eso debieron pensar unos compatriotas que encontré en el tren de Amsterdam al aeropuerto, que celebraron estruendosamente la ausencia de torniquetes en la estación. ¡Menuda sorpresa cuándo les echaron del tren!… probablemente perdieron el avión. ¡El argumentum ad nordicum puede causarte problemas, mijn vriend! Por cierto, la mejor red de metro que conozco hasta ahora es, con diferencia, la de Madrid, tanto en precio como en calidad. A título de ejemplo, mencionaré que los billetes de metro de Estocolmo medían unos 30 cm, y no había forma automática de «picarlos»; además, la cadencia era más o menos de un convoy cada 15 minutos, en hora punta.
Podría seguir hablando del tema de la educación, de la estabilidad, etc… , pero creo que ya me he pasado de pedante, y no quisiera aburrirles. Si viajan ustedes, y lo hacen con los ojos abiertos, se darán cuenta de que España no está tan mal, y de que el resto de Europa está peor de lo que, por algún misterioso motivo (¿quizá el recuerdo de las narraciones de los exiliados?), imaginamos.
Antes molábais, ¿qué os ha pasado?