Las palabras mágicas

Hace unos meses visité la isla griega de Corfú. No es que yo sea un habitual de esta clase de destinos, pero alguien tuvo la idea de celebrar allí un congreso científico internacional.

Naturalmente, aproveché para visitar el lugar. Durante una de mis excursiones a Kerkira, principal ciudad de la isla, encontré una espectacular fortaleza renacentista construída en los tiempos en los que Corfú pretenecía a la Serenísima República de Venecia. Se me ocurrió fotografiarla y… al sacar el móvil comenzó mi aventura.

Un tipo que, en un primer vistazo me pareció un borracho, empezó a gritarme «no photo, no photo!». No le hice caso. Acto seguido, entró corriendo a una garita militar, se calzó una gorra, y salió hacia mí como un miura. ¡Era un guardia de la Armada Griega! Al parecer, el edificio era todavía hoy un edificio militar y no podía ser fotografiado así como así.

La fortaleza de la discordia

La fortaleza de la discordia

Echó a correr hacia mí bramando, «No photo!, navy property!, where are you from!?». Yo veía pasar toda mi vida ante mis ojos, y solo acerté a decir: «Hispaniká!… Messi!, Barça!»

Y el absurdo sortilegio surtió efecto. Ante la invocación de Messi, auténtico Aquiles de la época moderna, se dibujó una enorme sonrisa en la cara de mi otrora enemigo. Ya más lentamente, y con los brazos abiertos como signo internacional de bienvenida, se acercó a mí, me palmeó la espalda amistosamente mientras decía: «Messi, gol»

Tras interesarse sobre mis preferencias futbolísticas y baloncestísticas, no recuerdo cómo acabé contándole que a pesar de ser español, trabajo y vivo en Holanda. Eso terminó de despertar su simpatía, casi diría su conmiseración, pues le pareció una desgracia considerable vivir en un lugar como este. Empezó hablando de la mala calidad de la comida nórdica, y acabó dedicándome un encendido y delicado discurso sobre las virtudes de la mujer mediterránea en general y la griega en particular, que ilustró elocuentemente señalando a las paisanas que por allí pasaban en aquel momento.

Incluso me preguntó si quería irme de copas con él al acabar su turno, arriesgada invitación a la que tuve que declinar por tener otros compromisos. Y todo gracias a las palabras mágicas. No las olviden, queridos lectores:

«Messi, Barça, Gol!»

5 Respuestas a “Las palabras mágicas

  1. ¡Y yo acá sin aprender lo básico del fútbol!, ¡Caray! que nos puede salvar el pellejo…

  2. Jajajaja quién iba a decir que el fútbol te libraría de un interrogatorio con tortura de regalo…buenos reflejos mostrenco. Por cierto, qué raro que nadie se te haya enfadado por decir Messi en lugar de Cristiano y Barça en lugar de Real Madrid

  3. Haciendo una mudanza con mi hermano, paramos con la furgoneta en la Plaza Mayor de Segovia, a esperar al coche que nos acompañaba. No había dónde aparcar y dejamos la furgoneta en segunda fila, con nosotros dentro. A los diez minutos vimos que se nos acercaba un policía municipal. «Nos va a multar», pensamos, «o por lo menos a decirnos que tenemos que quitar la furgoneta de aquí». El guardia, sin saludarnos, nos guiñó un ojo y nos espetó: «¿Han visto ustedes cómo está la tía?», mientras señalaba con el codo a una turista nórdica bastante espectacular que cruzaba la plaza. Coincidimos con él en que la guiri nos parecía espléndida, cruzamos un par más de comentarios amistosos y el guardia siguió su ronda, tan contento. Son las ventajas de no vivir en Holanda…

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